De Santis, Pablo
Cuando llegué al circo para actuar por primera vez, con una galera prestada y con una enana como asistente, la joven ecuyère se sintió en la obligación de advertirme: “El público aplaude nuestros números, pero sólo siguen viniendo en espera de la gran noche, que tal vez nunca podamos cumplir”: Pregunté qué esperaba el público de esa gran noche. “Que el trapecista se caiga, el equilibrista tropiece y el león se coma al domador”.
Rey secreto.Editorial Colihue.