Alejandro César Alvarez
La última vez que le sucedió esa noche quedó casi inconciente.
En la primera, sus miradas se atravesaron y el calor envolvió sus
cuerpos en un sudor casi frío. Cayó en el abismo. En la segunda,
el roce del cuero y aquel vaivén apasionado terminó desvaneciéndolo.
Por último, cientos de gargantas lo penetraron.
Con la vista borrosa, sus guantes besaron el suelo.
Un...