Jorge Emanuel Olguin
-Te amo.
-¡Yo te amo más!.
-Quiero retruco
-Emm no quiero.
(Con una risa burlona dejo caer un cuatro de copas, y en menos de un minuto me engaño dos veces)
La página de los textos cortos
Yanina Carrieri
4: Dejá de hacerte el importante…Sos re cortante y encima te creés tan grosso como esos del gimnasio porque los que te respetan te llaman “ancho”. ¿Quién te pensás que sos? ¿Todo esto es porque te llevan con la frente en alto?
1: Disculpá, pero yo no hablo con 4 de copas. Sos un cobarde, solo te hacés el guapo cuando estás con uno de los tuyos y dicen: “31”. Ni en un solitario sos imprescindible. Chau, me voy a alegrar a todos.
Luciano Doti
Me siento como si tuviera el ancho de espada en una partida de Truco. Creo que hoy estoy en condiciones de llevarme el mundo por delante. Falta poco para que la vea a ella. Pero esta vez no será lo de siempre, esta vez la encaro entonado con esas cuatro copas que acabo de tomar.
¡Vaya paradoja! Mañana, con la resaca que voy a tener, el cuatro de copas habrá remplazado al ancho de espada.
Diego Martín Lanis
Jorge Alberto González había ganado las dos últimas olimpíadas de esgrima. Ahora, retirado trataba de mantener su físico algo esmirriado por el paso de los años. Todas las mañanas participaba de los entrenamientos junto a sus discípulos. Su estilo era tan escurridizo como el de las cucarachas .Un día, recibió un estiletazo que lo despertó de pronto. Creyó llegado el momento. Viajó a Europa. Su lugar fue ocupado. No se amilanó. La primera competencia para retirados lo encontró entre los primeros anotados. Revolvió un mueble viejo y la espada no aparecía. Tirada en diagonal estaba la funda. Cuando la levantó cayó una notita. Al abrirla, el sudor se apoderó de él. Sin más, la cerró, la guardó en el bolsillo y a medio vestir como estaba llegó al comedor. Junto cuatro copas, se sirvió y bebió sólo de una .Vale más.
Alberto Furlong
Engaño
- ¿Me llamó, compañero?
- A llorar…
- Déjeme pasar esta puntita.
Anselmo juega el 3 de oros.
Quien lo sigue consulta a su compañero.
- Hasta ahí, ¿le gusta?
- Bueno, algo ayudo.
Juega el 3 de espadas.
Quique, compañero de Anselmo, pregunta:
-¿Algo p´al primero?
- Ni qué cantar – responde Anselmo – es para ellos.
Juega el 6 de oros.
El cuarto jugador mira a su compañero y éste cierra ambos ojos.
Tira una sota de bastos.
Anselmo tira el cuatro de copas.
Quique mira la carta y la cara de Anselmo.
- ¿No me dijo que estaba así? – y levanta ambas cejas como asombrado.
- ¿que se siente el ser engañado? – dice Anselmo, mientras su mano derecha tantea su cuchillo, y de su otra mano cae el “ancho” de espadas.
Johan Plosky
Todo parecía un juego. En la mesa había cuatro copas y una espada. Cuando quiso tomar una copa le cortó la mano, cuando quiso tocar su mano le cortó el brazo. Cuando cayó suplicante al suelo le cortó la cabeza. Antes de que llegara la policía prefirió cortarse la cabeza ella misma. Colocó la espada entre dos sillas, el filo brillaba y chillaba sangre. Se subió a la mesa, estiró el cuello, se agarró a sí misma del cabello y se dejó caer.
Su cuello resistió. Murió desangrada.
Sergio Sixtos
Tomé la carta del mazo. La miré en secreto (4 de copas). La regresé y la revolvió con el resto, hizo un par de pases mágicos con los dedos y me regresó el mazo: revisé una a una las cartas, había desapareció la mía. Lo miré incrédulo, sonrió e hizo una reverencia; sentí la náusea, arcadas y vomité la carta.
El público aplaudió frenético.
Myriam García Zuloaga
Todos decían que nadie jugaba tan bien al truco como el Viejo. Rodeaban su mesa solo por el placer de verlo armar sus estrategias y ganar con la estocada final. Cuando perdía, y eran muy pocas las veces, el Viejo sonreía socarronamente y pensaba-¡Son tantas las partidas!-
Al truco le enseñó a jugar la vida. Ella reparte y espera al pie. Y así aprendió que muchas veces hay que arriesgarlo todo con un escaso envido; otras, se hace necesario quemar la mejor carta para afianzar esa segunda y poder, casi, garantizar el final feliz. Y,no son pocas las veces que, al sospechar una mentira, supo jugarse a fondo y redoblar el desafío, con una falta envido.
No siempre ha perdido con un cuatro y no siempre ha ganado con el as de espadas en la mano. Pero, en la vida como en el juego, a menudo el Viejo ha podido coronar una partida, de pie, y con el macho glorioso pegado en la frente.
Marcela Moltó
Lo miró seriamente, como desconfiando, miró sus naipes y calculó el peso de cada una de sus cartas. Esta mano era suya, debía ganarla. Volvió a mirar a su contrincante y, antes de largar su carta, tomó un sobro del moscato que lo acompañaba. Aspiró, tomó el as de espada desde la punta y le dijo:
-Con esta, los dejo helados….
Y lanzó el naipe dándole de lleno en el cuello del desafiante jugador. Murió al instante….quedaron todos helados