Rubén Faustino Cabrera
La última vez que la vi ignoraba el grado de crueldad, salvajismo, abyección, que puede alcanzar el ser humano. Fue el 23 de marzo de 1976.
La página de los textos cortos
Alejandro César Alvarez
La última vez que le sucedió esa noche quedó casi inconciente.
En la primera, sus miradas se atravesaron y el calor envolvió sus
cuerpos en un sudor casi frío. Cayó en el abismo. En la segunda,
el roce del cuero y aquel vaivén apasionado terminó desvaneciéndolo.
Por último, cientos de gargantas lo penetraron.
Con la vista borrosa, sus guantes besaron el suelo.
Un hilo pegajoso y blanco surcábale los labios.
Omar Fulco
La última vez que lo vi, avanzaba lentamente; se balanceaba según el ritmo que le imponían los baches. Su aspecto desvencijado y los carteles apenas legibles, preanunciaban el final no muy lejano de aquellas historias cotidianas: “aunque te espere ya no vendrás” tallé en un árbol cercano a la parada.
Renzo Barros
La última vez que sentí su suave y tierna mano acariciarme la frente calmando una de mis crisis de llanto en el instante final en un fugaz resplandor de vida, fue como si millones de estrellas me besaran y la paz del Universo me bañara dándome alas y así elevarme junto a mi padre en el cielo y besarlo otra vez en la frente dándole el ultimo adiós.
Marcela Naves
…lo hice fue anteanoche, siempre se da de noche, tal vez sea la oscuridad que lo estimula, o la comodidad de la cama, quién sabe, sucede así. Sueño que vuelo alto, muy alto, el río apenas un hilo plateado allí abajo y el viento zumba en mi oído derecho, siempre así acunada entre las nubes. La última vez que lo soñé fue anteanoche.
Fernando Andrés Puga
¿La última vez que llovió? ¡Y, no se anduvo con chiquitas! Las alcantarillas de la esquina se llenaron con las hojas de los fresnos de la cuadra y, encima de eso, el agua que venía en correntada por la pendiente junto al cordón arrastró todo lo que halló a su paso: bolsas, botellas, cartones, telgopor… En fin, que se hizo un tapón en la esquina y el agua empezó a subir. Al día siguiente el barrio amaneció vacío y cuando al fin pudimos regresar, con el desamparo sobre los hombros, ya no quedaba nada. Hubo que volver a empezar, aunque me está costando esta vez. Es que ya estoy grande ¿vio?