La Negra canta, Violeta perfuma

Virginia Ferrucci

9 de julio de 1998:
La madre de Mechi hunde seis velitas en la torta.
-¡La polenta está lista!
Un grabador, adentro,
Gracias a la vida…. Mechi se coloca el bonete.
Me ha dado el sonido… Crujido de la puerta sin aceite. Carcajadas de Mechi.
Y el abecedario… La nena juega con las letras de vapor, flotan sobre su plato de polenta.
Mechi interrumpe un te quiero mirando atónita como se transforma el piso de tierra en oro. Mientras sienten un intenso perfume a Violetas.

Sin título

Rosana González Alonso

Entre los dibujos de la oscuridad descubrí la luz, un manto cubría mis ojos, forzándome por conocer los colores de esta luz que cada vez me sorprendía más; la misma luz se hizo amiga mía y desde mi posición, descubrimos juntos las flores, me explicaba sin entender cómo eran y por qué debía conocerlas, me enseñó las nubes, las hojas, las figuras que no conocía, las rayas que fortalecían a sus amigos, los edificios, me presentó al amor, a la tristeza, a la pena, al dolor; todos componían su esencia; pero gracias a ella supe que mi madre era la vida, parte de todo cuanto vive regido por sus reglas naturales; la conocía dando la vida y me enamoré de ella, luego me enfadé con ella por ser tan complicada, la abandoné por la muerte, y con ella recordé lo hermosa y complicada que había sido; lloré con la pena y al oscuridad, ansiando volverla a conocer y a saludar, para darle las gracias por su comprensión y felicidad.

Gracias a la vida

Renzo Barros

La vida nos regala su luz y amor cada instante haciéndonos seres trascendentales, por eso debemos decir cada día GRACIAS a la VIDA que me ha dado tanto, la enseñanza del abecedario para poder conectarme con el mundo entero y en una ronda de vocales y consonantes llegar al infinito y mas allá, estableciendo puentes de hermandad, y me permite distinguir en lo cotidiano lo negro del blanco, y con fe y un corazón puro e inocente encontrar entre la multitud a los seres que tanto me aman en el mundo, por ello vivo dando GRACIAS a la VIDA.

Agradecimiento

Josu Insausti

Azares del destino y las seis ostras destinadas al menú de nochevieja, todavía vivitas ellas, recibieron el indulto.
La misma tarde de año nuevo, tras un fulgurante viaje, fueron depositadas en el mar con la ilusión de que algo de vida les fuera concedida.
Ya de vuelta, me impactó el singular crepúsculo magenta-alegría que las seis amnistiadas firmaron.

Me dio el corazón

Fernando Puga

No veo. No oigo. No puedo caminar. Lo que sí tengo es corazón. Alcanza.
No conozco los rasgos de su cara y sin embargo la luz que irradia me atraviesa. No sé de los profundos tonos de su voz, pero se expande mi latir cuando ella canta. Y aunque yo no baile al ritmo de su bombo, está junto a mí.
Y en mi pecho retumba.

Negra de todos

Fernando Puga

Por los parlantes cantás “Gracias a la vida que me ha dado tanto…” y empiezan a llegar los primeros. Se va llenando la sala y al sonar la última estrofa ya no entra ni uno más. Se hace realidad aquello de “y el canto de todos que es mi propio canto”.
Después saldrá el cortejo. Todas nuestras lágrimas, acompañándote.

Violeta negra

Graciela Resala

Gracias a la vida, la misma fecha para ellas.
Un 4 de octubre despertó violeta. Otro, se cubrió de negro.
Risa y llanto. Los dos materiales que forman el canto.
El canto de ellas que es el mismo canto
El canto de ellas que es nuestro propio canto.

Gracias a la vida, gracias a la vida

Francisco Javier Velázquez Muñiz

Cuando contemplaba el hilo ondulado que se desprendía del humo de su cigarro dio con la frase que buscaban sus pensamientos y escribió “Gracias a la vida que me ha dado tanto”.
Después, cuando recordó que la semilla tiene que morir para que nazca el árbol creyó que esa imagen que pensaba podría ser la metáfora perdida que había encontrado sin buscar.
Sólo entonces escribió: “Gracias a la vida, gracias a la vida”.
Y así, el poema, hecho con dichas y quebrantos, se convirtió en el canto de ustedes y de todos. El mismo canto.

Gracias a la vida

María del Carmen Allegrone

Cuando nació la vida la llamaron Gracias. Abrió los ojos y miró, parecía enamorada. Caricias y leche tibia. Lloró, como si cantara, tan entonada que no se podía creer. Caminó al tiempito y nunca usó zapatos. Bailaba zambas y los pañuelos se le volaban de las manos. Un día se fue. Iba desnuda, solo una violeta enredada en su pelo negro. A veces vuelve a aparecer, su voz es lo que primero se escucha, la gente grita de alegría ¡Gracias! ¡Gracias! La vida se acomoda en su silla, la tierra tambalea con su música, los cerros la aplauden y la luna le ilumina las naranjas de la plaza.

Un canto

Guillermo Arnul Castillo Ruiz

Gracias a la vida por dejarme escuchar la resonancia de su voz y por haberme dado el abecedario para dibujar su nombre en negro y blanco como siendo mi propio canto. La vi marchar con sus pies cansados, andando ciudades desoladas, sombríos charcos y solitarios, montañas y llanos y mi casa, mi calle y mi patio.