Hinrichsen, Ana
No tenía un peso y no sabía cómo hacer para que Papá Noel los visitara esa navidad.
De pronto, se inspiró. Fue a la carpintería a pedir esos requechos que quedan de los cortes de madera, se consiguió unos clavos y pidió prestados unos martillos entre los vecinos. Resultó un éxito total.
Ese año fue el mejor regalo de navidad: todos los niños del vecindario, sus hijos y sus amigos, se divirtieron largas horas martillando.