Giovanardi, María
Esa noche se disfrazó de oso para ver a los juguetes cobrar vida. Pero el plan no era tan simple, si llegaban sospechar de su tamaño podían lincharlo. Y dicen que morir en manos de una turba de juguetes es la muerte más dolorosa.
Hace dos meses que no dormía por culpa del batifondo que causaban esos entes de peluche y plástico. Estaban en su contra, eso era seguro. Sospechaba que querían quedarse con la casa para convertirla en una zona liberada donde reinarían los vicios más comunes entre los juguetes. Y todos saben que a estos se les da cafeína y el póker.
Pero su plan era perfecto. Como el flautista de Hammelin , los iba a hipnotizar con su guitarra. Tocaría una canción de Pappo y después revolearía el instrumento para darles muerte segura, una muerte de cucarachas.
Pero esa noche algo falló. El terrorista encubierto no se acordó la letra de Pappo. Sólo pudo balbucear los versos de “El hospital de los muñecos”. Y todos saben que esa es la canción que más enfurece a los juguetes.